El atroz ataque contra el amplio recinto de conciertos y complejo comercial Crocus City Hall, cerca de Moscú, que fue reivindicado por ISIS, dejó cientos de inocentes muertos o heridos.

Los cuatro hombres sospechosos de perpetrar el atentado fueron detenidos cerca de la frontera de Rusia con Ucrania, según informaron las autoridades rusas. Putin dijo que habían planeado cruzar a Ucrania, Kyiv negó cualquier vínculo con el ataque y advirtió que Rusia podría utilizarlo como excusa para intensificar su invasión.

Ante el temor a nuevos atentados, se reforzó la seguridad en los principales centros de transporte de Rusia. Se aplazaron conciertos públicos y acontecimientos deportivos.

Esto no es ni mucho menos la estabilidad y la seguridad por las que tantos rusos votaron al presidente Putin.

Durante años, el hombre fuerte del Kremlin se ha presentado como un líder capaz de garantizar el orden en este vasto y turbulento país.

Sin embargo, Rusia parece actualmente más insegura y volátil que en cualquier otro momento de los 24 años de Putin en el poder.

La brutal guerra del Kremlin en Ucrania, ahora en su tercer año horrible, ha costado caro a los rusos. El Ejército no hace públicas las cifras de bajas, pero las estimaciones estadounidenses sugieren que más de 300.000 rusos han muerto o resultado heridos.

Muchas tropas movilizadas el año pasado aún no han sido retiradas del frente, lo que ha provocado la protesta de familiares angustiados. A medida que la guerra se prolonga, crece el temor entre muchos rusos de que se incremente el reclutamiento, lo que haría que aún más ucranianos entraran en la aterradora moledora de carne ucraniana.

Mientras tanto, los ataques ucranianos con drones y las incursiones transfronterizas de las milicias rusas con base en Ucrania que se oponen al Kremlin continúan a buen ritmo.

En el frente ucraniano, las fuerzas rusas parecen tener actualmente la iniciativa militar, pero el pobre rendimiento de los mandos y el armamento rusos a lo largo de la guerra ha alimentado una corriente totalmente inesperada de inestabilidad y disidencia interna por parte de blogueros y militares de línea dura enfurecidos por la incompetencia de los que están al mando.

El levantamiento rebelde el año pasado de Yevgeny Prigozhin, el líder del grupo mercenario Wagner que exigía la destitución del alto mando ruso, fue un desafío chocante y sin precedentes a la autoridad del Kremlin.

Su muerte en un misterioso accidente aéreo poco después eliminó definitivamente cualquier amenaza de Prigozhin. Pero pueden surgir otros duros descontentos.

Del mismo modo, la reciente muerte de Alexey Navalny, el líder opositor más destacado de Rusia, silenció definitivamente a un firme crítico del Kremlin. Pero las miles de personas que asistieron a su funeral en Moscú, o que acudieron a votar en una concentración masiva del mediodía contra Putin en los colegios electorales el último día de las elecciones presidenciales, indican que existe una base de descontento.

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